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y hoy así nos fue

lunes, 18 de febrero de 2013

¡Me lo merezco!

¡Me lo merezco!

Por Dr. César Lozano

¿Te has dado cuenta que los recuerdos de la infancia se hacen más presentes conforme pasan los años? Que si no controlamos a nuestra mente, nos hace añorar momentos que pudieron disfrutarse más o tomar otro rumbo si las decisiones del momento hubieran sido diferentes. La mente tiende a la añoranza cuando los resultados no han sido lo deseados o cuando la soledad se hace presente. 

Vino a mi mente hace unos días la serie de dolores de cabeza que le ocasionaba a mi madre en mi infancia por ser tan inquieto,por no decir travieso, y disfrutar intensamente la sensación de adrenalina del peligro sin medir las consecuencias. En una de esas veces que estaba en el techo de mi casa aventando agua a quienes pasaban, mi madre subió enfurecida y me gritó: "¡ahora sí te lo mereces! ¡No te vas a acabar el castigo que te voy a dar César Alberto!" –para cuando ella me decía mi nombre completo, era porque su paciencia se había desvanecido-"¡Te mereces unas nalgadas bien dadas!" –las cuales por cierto, nunca me dio.

"Te mereces…" son palabras que pueden orientarse más hacia lo malo que hacia lo bueno: "Me lo merezco por torpe…" "Me merecía eso por confiado…" Rara vez lo orientamos hacia todo lo bueno que verdaderamente merecemos por el terrible culto que rendimos a la humildad desmedida. 

Recordé la serie de televisión El Chavo, creada por Don Roberto Gómez Bolaños, cuando llegaba el profesor Jirafales a visitar a Doña Florinda: 
"Le traje este 'humilde' obsequio". -A lo que ella siempre le contestaba: "¡Profesor Jirafales, para qué se molestaba!" –"No es ninguna molestia" –contestaba el profesor. "¿No gusta entrar a tomar una tacita de café?" –añadía Doña Florinda-  Y él inmediatamente agregaba: "¿No será mucha molestia?" "No, por supuesto que no. Pase usted". "No, después de usted".   Y así era la en cada capítulo que salían ambos personajes. 

Considero que muchos de nosotros traemos un condicionamiento desde niños a rendir culto al sacrificio y a no sentirnos merecedores de la felicidad.  Nos enseñaron amuchos que Dios castiga y que el pecado está presente en cada momento y con muchas acciones, y no se enfatizó en la importancia de recodar que Dios es amor y se encuentra en todas partes, y no es un Dios que está empecinado en castigar cada acto que voluntaria o involuntariamente hacemos y que es considerado como incorrecto por la sociedad. Por supuesto que la moral, la conciencia y la vergüenza son fundamentales para el desarrollo de una sociedad sana y en armonía, pero el no sentirnos merecedores de los gestos de amabilidad y empatía de quienes nos rodean, nos afecta duramente la autoestima y el amor propio. 

Simplemente, cuando alguien te obsequia algo puede invadirnos la tentación de expresar frases lastimeras como: "¡¿Para qué te molestabas?!", "¡No debiste haber gastado en esto!", "En serio que me da mucha pena aceptarlo", que lo único que hacen es precisamente quitarle el valor al hecho de que alguien quiera expresarte lo mucho que significas para él o ella, y las ganas que tiene de hacerte sentir feliz con ese obsequio. Le quitamos el encanto al detalle al expresar esas frases que disminuyen una acción basada en el amor o el afecto. 

Sentirnos no merecedores de tantas bendiciones que recibimos puede hacernos creer que todo lo que nos sucede para bien son coincidencias y golpes de suerte.  

Por lo anterior comparto contigo unas breves afirmaciones que te pido que de preferencia las leas en voz alta y te ayudarán a sentirte diferente: 

  • Me merezco este descanso porque verdaderamente trabajo mucho y sé que mi cuerpo lo requiere para recuperar su armonía y equilibrio. Dejaré de creer que decidir en ciertos momentos del día no hacer nada, debe de ser interpretado con culpabilidad.
  • Me merezco todas las bendiciones que mi Dios tiene preparadas para mi. Él sabe lo que tengo en lo más profundo de mi corazón y guía mis pasos.
  • Me merezco tener gente buena a mi alrededor porque procuro no dañar a nadie y dar siempre lo mejor de mi.
  • Me merezco que en los momentos de adversidad, se abran los caminos a mi favor para tener la sabiduría y fortaleza para sobrellevar lo que tengo que vivir.
  • Me merezco disfrutar de las cosas simples de la vida, porque son las que verdaderamente le dan significado. Decido no dejar pasar desapercibido la sonrisa de alguien, la plática sincera y tantas maravillas que la naturaleza me obsequia.
  • Me merezco el amor y las muestras de afecto que la gente me otorga, las cuales recibo con gusto y agradecimiento; representa un compromiso para seguir poniendo mi mejor esfuerzo en todo lo que haga.


Si después de un gran esfuerzo y mucha dedicación, alguien reconoce todo lo que he hecho con tanto gusto y pasión, seré agradecido y  aceptaré la muestra de aprecio como un trofeo que me estimule a vivir intensamente cada día. 

Buen momento para recordar la gran diferencia entre halago y adulación. La adulación puedes detectarla por el exceso de palabras que ensalzan una acción simple e intrascendente. La cantidad de expresiones basadas en algo que en el fondo de tu corazón sabes perfectamente que no es para tanto. Se agradece igualmente y punto. 

Cuando un halago que te expresan de corazón te incomode, es momento de preguntarte el porqué. Probablemente es ese culto a la humildad desmedida que traes arrastrando desde mucho tiempo atrás o simplemente no te das el permiso de apreciar y agradecer todos tus logros y bendiciones. 

No le quites méritos a tu presencia; no le quites impacto a tus actos basados en el esfuerzo y el amor.


fuente: http://www.cesarlozano.com/index.php?option=com_k2&view=item&id=787:%A1me-lo-merezco

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