Apagar una vela con un abanico o con un ventilador es complicado. Lo más eficaz es hacerlo soplando, porque la vela está hecha de parafina, un hidrocarburo sólido que se licúa a temperaturas entre 80 y 100 grados. El líquido resultante empapa la mecha y la vela arde. Al soplar expulsamos aire empobrecido de oxígeno y rico en nitrógeno y dióxido de carbono, lo que no facilita la combustión.