"Las protestas sociales siempre son sorpresivas en cuanto al momento exacto", comentaCiro Murayama, investigador de la Faculta de Economía de la UNAM, a La Ciudad Deportiva.
Brasil se encuentra en estado de alerta. La inconformidad de cientos de miles de brasileños ha desplazado el futbol a un segundo plano. El descontento generalizado, provocado en un inicio por el aumento en el transporte público y las precarias condiciones de salud que se vive en el país, ha puesto en peligro el desarrollo de un torneo que parecía un ensayo general de lo que vendría a continuación y el cual pretendía posicionar al país sudamericano como la capital mundial del futbol.
Los problemas son estructurales. Vienen de años atrás, pero habían sido maquillados por el crecimiento de un país que se había consolidado como una de las potencias económicas emergentes -junto a Rusia, India y China- más importantes del presente. Sin embargo, Brasil sigue teniendo los viejos problemas que ha padecido una región en la que la desigualdad sigue jugando un papel protagónico. "Brasil ha tenido cambios importantes, sobre todo en materia de democracia de gobiernos de centro-izquierda con Fernando Henrique Cardoso, Lula da Silva, y ahora se intenta continuar con Dilma Rousseff. Es un país que sigue teniendo los viejos problemas estructurales de América Latina, que son la desigualdad y una economía que todavía se basa en las exportaciones de productos primarios. Lo que está pasando con Brasil es que cada vez pesan menos sus exportaciones industriales y cada vez más las de recursos naturales en gran medida gracias a la demandas chinas. Es una economía que sabía que en algún momento iba a bajar su ritmo de crecimiento. La realidad es que hay un agotamiento de expectativas de crecimiento más rápido dentro de Brasil que fuera, es decir, la gente se da cuenta de que su situación económica no está creciendo tan rápido como ellos quisieran, y eso deriva en un descontento generalizado", dice Murayama.
El anunció del aumento en el costo del transporte público fue la chispa que provocó el incendio, pero los problemas son más profundos. Ni el anuncio por parte del gobierno de frenar esta medida después de ver la reacción de la sociedad brasileña, ha servido como bálsamo para tranquilizar a las masas. El descontento, entre otras razones, se debe a que la misma sociedad se percató de que se estaban destinando importantes recursos (según Ivan Pérez, editor de deportes de El Economista, unos 30,000,000.00 de dólares), para la organización de sus eventos deportivos, y en cambio, no para mejorar las condiciones de salud, transporte, vivienda, y servicios generales. "La lección es que Brasil aún es una nación que dista mucho de ser ese gigante que todos percibíamos y que caminaba sin problemas al desarrollo. Ahora bien, el futbol ha resultado un escaparate para las protestas, para dar a conocer esas demandas urgentes y necesarias que dicta el pueblo", asegura Ivan Pérez a este diario.
En Brasil, la atmósfera que se vive es confusa. Por un lado hay un descontento social que ha tomado las calles y ha aprovechado la coyuntura de la Copa Confederaciones para proyectar una imagen muy diferente de la que se tenía en Brasil, y por el otro, la de una fiesta como ninguna otra por tratarse de la pasión de los brasileños por este deporte y por ser el preámbulo de la tan anhelada justa mundialista. "El clima está pesado, la gente solamente habla de las manifestaciones y los medios de comunicación. Prácticamente no le dan espacio al torneo de futbol. Los titulares de los periódicos hablan de que el pueblo no abandona las calles. En todos los aeropuertos, cafeterías y demás lugares públicos, las televisiones solamente muestran imágenes del descontento social", relata Marion Reimers, directora editorial adjunta de La Ciudad Deportiva, que está con el grupo de Non Violence Proyect realizando diversas clínicas con niños y jóvenes en varias favelas.
José Félix Díaz, director de deportes de El Confidencial de España, que se encuentra en Brasil cubriendo el evento deportivo, asegura a La Ciudad Deportiva que el objetivo de la Copa Confederaciones "era convertirse en la capital mundial del fútbol durante un par de semanas, una meta fácil de alcanzar cuando hacemos referencia a un país que se paraliza por completo con el deporte rey, pero el plan no está saliendo como ellos habían pensado porque el fútbol no ha conseguido paralizar a la población. Todo lo contrario. Las manifestaciones se suceden y muchas de ellas tienen como punto final los estadios donde se están disputando los partidos de la Copa Confederaciones. En Brasil vuelve a sorprender que las protestas se programen durante los encuentros".
Un antes y un después de la Copa Confederaciones
Brasil era una antes de la Copa Confederaciones y otra muy distinta conforme se desarrolla el evento. La percepción de un país donde reinaba el "orden y el progreso", como dice José Félix, ha cambiado. Ni el futbol, un elemento fundamental en la dieta de los brasileños, ha sido capaz de silenciar el descontento de una sociedad que se niega a continuar viviendo con esas desigualdades características de la zona mientras sus dirigentes destinan una gran cantidad de dinero para hacer más atractivo el circo cuando escasea más el pan.
"En medio de una justa deportiva, que además anuncia otras (el Mundial y las Olimpiadas), la visión idílica que se tenía de Brasil de alguna manera salta por los aires, es decir, uno no puede darle la espalda a marchas que se producen en más de 100 ciudades y que concentran, según la prensa, cerca de un millón de personas; eso quiere decir que hay un malestar muy profundo de las cosas. Parece ser que el tema de subir el precio del transporte público no era más que la punta de un iceberg donde afloró un malestar mucho más amplio con los precarios sistemas de salud, contrastado contra lo que los manifestantes dicen que es la enorme corrupción de la política brasileña", comenta a La Ciudad Deportiva José Woldenberg, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y exconsejero presidente del IFE.
Pero, ¿cuál es la percepción de los manifestantes? Ciro Murayama explica que la percepción de los inconformes es de que "el futbol estaba empezando a recibir muchos recursos y en cambio se estaban sacrificando muchas otras cosas, como el de un trasporte público barato. Estamos frente al viejo dilema de al antigüedad, que es "circo o pan", y la gente dijoqueremos pan, no circo, aunque Pelé llamó a lo contrario (en un inicio, ahora ha matizado sus declaraciones), lo que resume bien la insensibilidad de una visión cómoda de la realidad brasileña donde con samba y futbol tapas las otras carencias. Ahora, las carencias son tan grandes que pueden opacar la festividad del futbol y poner en aprietos al gobierno no de cara a la Confederaciones, sino al Mundial, es decir, que sea un evento con escases de legitimidad".
Sin embargo, hasta ahora, el gobierno brasileño, en lugar de responder con represión, ha sabido, sin poner un calificativo, afrontar la situación tratando de sembrar la calma y aceptando las críticas. "El gobierno, lejos de minimizar las protestas y aparentar que todo está bien, ha hecho lo correcto, me parece. Lula por ahí declaró que "solo un demente estaría en contra de estas protestas", mientras que la presidenta Roussef, ha dicho que tienen derecho a manifestarse y que su gobierno estará pendiente de los reclamos para tratar de solucionar los problemas", comenta a La Ciudad Francisco Alanis, mejor conocido como Sopitas, quien se encuentra cubriendo para su medio el evento deportivo.
A Brasil le puede estar pasando lo que a México cuando se le otorgó la organización de los Juegos Olímpicos de 1968 y dos años después el Mundial de 1970, según explican Woldenberg y Murayama. "Brasil es un país que tiene buena estrella, le conceden los Juegos, le conceden el Mundial, pero internamente, a pesar de los éxitos que han tenido, como el salario mínimo, con programas muy exitosos como "Hambre cero", siguen teniendo carencias que generan un malestar que un buen torneo de futbol no los va a compensar", dice Murayama.
Y complementa Woldenebrg: "¿Por qué le dieron a México los Juegos Olímpicos y el Mundial?, porque también era un país emergente, había crecido su economía de manera importante, eran los años del milagro mexicano, y 1968 iba a ser la consagración del pueblo mexicano, todos los ojos iban a estar puestos en el país, pero una protesta estudiantil y un gobierno que no supo enfrentar esos hecho optó por la represión y eso acabó en una catástrofe".
Perfil de los manifestantes brasileños
Pero, ¿cuál es el perfil de los cientos de miles de manifestantes que están en la calle? Según publica Jenaro Villamil en su blog Homozapping, basándose en una encuesta deDatafolha, el 84 por ciento no apoya a ningún partido, el 77 por ciento cuenta con educación superior, el 71 por ciento protesta por primera vez, y el 53 por ciento son menores de 25 años. "Este perfil explica por qué los medios interactivos como Facebook, Twitter, Youtube e Instragram se hayan convertido en los principales vehículos de convocatoria, deliberación, información y registro gráfico y de video de las protestas, en especial, las de Río de Janeiro", comenta Villamil a esta casa editorial.
¿Y los medios brasileños, cómo han cubierto el descontento? Francisco Alanis explica que se han volcado con evento social. "Los medios están todo el día cubriendo y sobre todo debatiendo el origen y por supuesto el futuro de estos movimientos. TV Globo incluso en su página de Internet se las ha arreglado para tener una transmisión continua de todas estas marchas en todas las ciudades. No se trata de minimizar, ni de hacer creer que son cosas remotas, por el contrario, se remarca la gran participación de la sociedad civil y lo que esta unión puede provocar".
La pregunta es qué pasaría si Brasil queda campeón de la Copa Confederaciones, o al contrario, qué pasaría si la pierde. En el primer escenario sería probable que un millón de personas saliera a festejar a las calles lo que pudiera ser un ensayo general si lo mismo ocurriera en 2014, pero en el segundo escenario, con la sociedad enardecida como lo está ahora, podría estar aún más descontenta y eso podría derivar en un conflicto de grandes proporciones.
En todo este conflicto, jamás se hubiera pensado que los internacionales brasileños externaran su opinión durante el desarrollo de la Copa, sin embargo, fueron los máximos iconos de la selección, de hoy y de ayer, los que se mostraron a favor e incluso en contra. "La selección brasileña supo como manejar la situación, porque cuando a principio de semana se corría el riesgo de ser vistos como "los acomodados futbolistas que ganan millones y no piensan en su país", nos encontramos con las palabras de Felipao, diciendo que su equipo antes de ser jugadores, son pueblo, y que si bien abiertamente no apoyaban estas protestas, aceptaban que este tipo de movimientos deberían ser tolerados en cualquier democracia. Al día siguiente, Neymar dijo que llevaba en la mente a los manifestantes cuando entraba al terreno de juego. Obviamente con esas dos frases toda la gente se volcó más con su selección", comenta Francisco Alanis.
Está claro que, como dice José Woldenberg, "el deporte es un elemento más de la vida social y ninguna entidad social puede blindarse de lo que sucede en el entorno. El deporte en sí mismo es como un bálsamo, como una isla, con elementos distractores y lúdicos, pero no puede permanecer permanentemente aislado de su entorno".
Cortesía Sopitas.com
Cortesía Sopitas.com
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